sábado, 8 de junio de 2013

Muñoz Molina

Le han dado el premio Príncipe de Asturias de las Letras a Antonio Muñoz Molina. Ya saben cómo funciona esto de los premios culturales: un grupo de sabios cuya amplitud de miras abarca el amplio panorama de las Letras un día se reúnen y deciden: a éste. Yo, que a lo más que llego es a curiosear el mundo de las Letras por una mirilla, no estoy en posición de discutir la decisión de tan notable jurado. Pero este año el premio le ha caído a un escritor que conozco y al que además he leído. Y, probablemente por esa infrecuente coincidencia, me alegro.

El caso es que Muñoz Molina me acompaña desde hace muchos años. La primera novela suya que leí fue El Jinete Polaco. Apenas recuerdo nada de ella, pero sí algunas impresiones que me dejó. Recuerdo que fue una de las primeras novelas que leí con la conciencia de leer una novela adulta. Recuerdo también que me impresionó su compleja construcción y quizás por eso durante un tiempo sólo me parecían novelas adultas las que escondían un complejo engranaje - un error, claro. Y recuerdo que me parecieron particularmente conmovedores unos pasajes sobre los campos de Jaén, en los que Muñoz Molina seguramente mostraba su particular calidez y sensibilidad para hablar de colores y texturas, quizás su cualidad más admirable.

También me acompañó durante esos años en los que leía religiosamente El País Semanal. Escribía unas columnas muy serias y muy responsables en las que hablaba de ciudadanía y de democracia, dos conceptos importantes en esos años donde pesaba tanto el terrorismo vasco. Yo, así de cretino era, me tomaba con algo de sorna tanta seriedad. De hecho, cuando Elvira Lindo empezó a escribir artículos en El País en un tono bastante más serio que el de sus simpáticas crónicas veraniegas, recuerdo haber comentado jocosamente con Aviermen que qué bien le estaban quedando las columnas de Lindo a su santo (un santo que es mi personaje de Elvira Lindo preferido, todo hay que decirlo). Sin embargo algo debieron calar las palabras del escritor; recuerdo que una de mis lecturas en París fue la de Sefarad, una de las mejores descripciones que he leído de lo que es ser un perseguido: creo que fue entonces cuando terminé de entender el sentido de aquellas columnas de Muñoz Molina. 

En los años alegres del zapaterismo le perdí la pista: fueron los años en los que dejé de leer El País en papel y resultaba más difícil encontrárselo. Sin embargo últimamente es difícil que se me escapen los posts de su blog o sus columnas de los sábados: su particular sensibilidad brilla cuando escribe sobre el cambio de estaciones en Nueva York (punzada de envidia), sobre pintura y sobre literatura. También sigue escribiendo sobre política y siempre merece la pena sopesar su opinión, siempre bien razonada y de una independencia infrecuente en España. Aunque a veces, con esto de las crisis, no puedo evitar leer con algo de sorna sus bienintencionados alegatos socialdemócratas, que encuentro a veces algo faltos de consistencia. No es descartable que de nuevo necesite unos cuantos años para terminar de entender el sentido de sus palabras.

3 comentarios:

  1. Y sí, hay premios merecidos. No creo que haya otra prosa como la suya en el español de hoy, con tal naturalidad y tal calado. Prefiero eso, la soltura de su escritura al entramado de sus novelas. Así fue como me leí de una sentada su primer libro de crónicas, El Robinson urbano, y abandoné en la penúltima página El Invierno en Lisboa, un poco atosigado tal vez por la intriga. De todo lo que vino luego, todo bueno y muy bueno, hay un relato al interior de Sefarad, Ademuz, que me parece sobresaliente.

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  2. Bien visto: la naturalidad es otra de sus cualidades. Por cierto que leí hace poco un curioso repaso de las polémicas de AMM con JM, que al parecer vienen de lejos:

    http://www.zoomnews.es/56507/estilo-vida/cultura-y-espectaculos/munoz-molina-y-javier-marias-duelo-al-sol

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  3. Sí, también la leí. Me parece que hay un punto de impostación en esas polémicas. A ambos les convendrá que se les oponga constantemente. Y, además, les hará gracia.

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