lunes, 5 de noviembre de 2012

Derby d'Italia

De entre los innumerables derbys que hay en Italia, que acaso son reflejo de aquella Italia de pequeñas guerra intestinas de la que habló Maquiavelo, sólo uno es el derby de Italia y es el Juve- Inter. O dicho de otro modo, i gobbi contra i bauscia. Merece la pena detenerse en estos motes. Al parecer los de la Juve son gobbi por unas camisetas que lucieron  hace décadas y que al correr se abombaban por la espalda, dando a los jugadores apariencia de jorobados. La historia no me convence. Mi teoría es que el mote ha calado porque la chepa, como sabemos desde Andreotti (o sea, desde hace siglos), es rasgo de conspiradores,  y si de algo tienen fama la Juve (desde mucho antes de Moggi) es de ser tratada sospechosamente bien por los árbitros. Los del Inter, por contra, son bauscia por ser milaneses: el bauscia es ese hombre hecho a sí mismo típicamente milanés, que inevitablemente es un tanto bocas. Bauscia es el tiffoso, no así el principesco Moratti, con sus melenita (¡ligera pero estática!) de aristócrata y su piñata robusta y blanca como el mármol de Carrara, un hombre que hacía equipos de playstation cuando la playstaton aún no existía y que tuvo la idea genial de fichar a Mourinho para que cumpliera su destino manifiesto y nos evitara la afrenta de ver al Barça levantar una Champions en el Bernabeu.


Por Moratti, pues,  somos del Inter. Y por eso me alegré de la victoria de ayer, la primera importante tras una larga depresión postmourinho. La Juve llegaba con cuatro puntos de ventaja tras 49 partidos imbatida: una temporada y pico avasallando con su juego, que consiste en que Pirlo mande pases milimétricos hacia los que siempre corre alguien. El Inter es un equipo a medio hacer, con algunos jugadores jóvenes y con un Cassano cada día más currorromero pero, amigos, se plantó ayer en Turín con su columna vertebral argentina intacta: mi tocayo el rocoso Samuel, el mítico Zanetti con sus pantalones cortos de jugador de otra época (que es exactamente lo que es), el pícaro Cambiasso y "el príncipe" Milito, junto a la nueva adquisición, Palacio, un argentino con trencita. Así que, tras el primer gol de la Juve, que partía de un clarísimo fuera de juego que a alguien le habrá costado una chepa, y superada la zozobra inicial, empezaron a tomar el control del partido de un modo admirable, dando una lección de fútbol canchero, con ese punto competitivo de los argentinos que uno siente cuando ve a Milito celebrar los goles cerrando los puños. Un doblete del incombustible goleador y la puntilla de Palacio sirvieron para abrir un scudetto que muchos consideraban visto para sentencia. Garantizando, de paso, que esta temporada todavía nos queda por ver otro buen derby d'Italia.

3 comentarios:

  1. Esta mañana leí en el tren la crónica del Soir de Bruselas sobre el derby. Una vez más queda acreditada la superioridad de cierta prosa bloguera sobre cierta prensa de pago.

    (O sea que Arturito Vidal mete goles con la joroba. Hay que jorobarse...).

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  2. Bueno,yo creo que Vidal vio que su compañero partía en fuera de juego y no tuvo más remedio que acompañar la jugada y marcar para no dejarle mal. La legendaria cortesía chilena.

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  3. Claro que sí. Como se dice en buen chileno, para no dejarlo en vergüenza.

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