domingo, 18 de septiembre de 2011

Dos festivales

Sí, ya sé que he estado últimamente un poco ausente, algo que agradecerán aquellos a los que les gusta cuando callo. Pero es que he estado entretenido. Y es que quien no se divierte en Italia es porque no quiere. Esto no lo digo por el espectáculo (¡gratuito!) de la política italiana, que en los últimos días se está adentrando en los terrenos del hardcore con la transcripción de las conversaciones telefónicas del Berlusconi y su entorno que están haciendo el Corriere y Repubblica, de donde se extrae una idea precisa de las relaciones contractuales (y sobre todo pre-contractuales) del premier -que obviamente acepta pago en especie- con una lista interminable de señoritas. Al final, a qué negarlo, uno acaba aburriéndose de estas cosas (imagínense los italianos, que llevan meses con lo mismo).

Lo digo por la estupenda oferta cultural, de la que tuve una primera muestra el pasado fin de semana en el Festival de la Literatura de la recoleta ciudad de Mantua. F. (¡bendita sea!) había sacado entradas para ir con nuestra amiga S. a ver a Salvatore Scibona, un escritor italoamericano al que yo no tenía el gusto de conocer y que presentaba su multipremiado libro. Siempre me ponen algo nervioso estos eventos porque me compadezco del pobre escritor, obligado a decir cosas inteligentes ante una audiencia de listillos, como el que escribe -no todos tienen los recursos de un Eduardo Mendoza. Algo nervioso se le veía, aunque salió bastante airoso con su simpático acento yanqui y con frases de esas que gustan a la audiencia, como lo de que "el escritor no elige los temas, los temas eligen al escritor". Más suelto le vimos luego en un taller literario, ya en inglés, en el que nos explicaba que el primer criterio al elegir una palabra ha de ser la claridad. Alguien en la audiencia le dijo que, bueno, eso es una particularidad del estilo anglosajón; una particularidad que hace que el estilo anglosajón tenga la rara virtud de entenderse casi siempre, pensé yo. Luego nos acercamos a ver a Bergonzoni, un cómico boloñés que soltó un simpatiquísimo monólogo ácrata donde, nadie es perfecto, no pudo faltar una desafortunada alusión a la fecha (era once de septiembre) y a eso de que a qué tanta conmemoración y tanto rollo cuando onceeses hay muchos, que levantó el entusiasta aplauso del respetable y que yo aproveché para ver si llevaba los cordones bien atados.

Tras una semana de cosas poco interesantes (salvo mi encuentro con Aviermen-del que hablaré, explícita o implícitamente, más adelante) y de nuevo gracias a F., que se hizo con unos pases, he podido disfrutar de los últimos días del Festival de Cine de Milán, lo que en palabras de nuestro amigo D. es la ocasión de ver películas que difícilmente serán distribuidas en la ciudad (y en versión original, asunto difícil por aquí), además de suponer una concentración de gafapastas y modelnos difícilmente igualable. El ambiente era bastante desenfadado, como corresponde a un festival pequeño, y algunas películas interesantes vimos: "El Premio", la agobiante historia de una madre y una hija que escapan de la represión política; "Wasted Youth", una película griega de esas que por algún motivo se sienten obligadas a terminar mal; "All that glitters", sobre una multinacional en Kirguistán, que quizá me gustó por ser mucho más objetiva de lo que me esperaba; y por último vimos la última de Trueba, "Chico y Rita", que a ratos me fascinó. Vimos también un puñado de cortos; quizá el que más me impresionó fue "Susya", que condensa en pocos minutos la problemática de los territorios ocupados en Palestina. El premio del festival se lo llevó "Italy:Love it or leave it", la historia de una pareja gay que recorre el país sopesando si largarse o no; no pude verla, pero probablemente ganó por ser la que mejor conectaba con los nuevos aires de la ciudad tras la victoria de Pisapia. Si quieren verla, la pusieron ayer en Rai 3.



En fin, fueron dos findes estimulantes, y no sólo por las películas. Ocasiones como éstas son valiosas porque nos permiten pensar (o acaso engañarnos con) que podemos ser civilizados y compartir las cosas que realmente valen la pena, como el cine o a la literatura. Que no es poco para ir tirando.

2 comentarios:

  1. Los recursos de Mendoza. Ese balance trimestral de la Teoría general de la novela debería actualizarlo cada dos meses.

    ResponderEliminar