
Me envía Á. (a.k.a Meteore), un artículo en el que se defienden los logros de Zapatero. El artículo tiene un mérito per se en estos tiempos en los que parece que a Zapatero no le votó nadie. Normalmente habría respondido por email a Á. explicándole por qué no estoy de acuerdo con mucho de lo que dice este artículo y haciendo mi personal balance del zapaterismo, pero sé que anda muy liado mudándose a unas tierras brumosas y, además, tengo un blog que mantener. Así que aquí va el balance:
A FAVOR:
I. La ley del matrimonio homosexual y la de dependencia (esta última donde se aplica, claro, ver punto VI).
II. Sus últimas medidas económicas. No es habitual ver a un político pegarse un tiro en el pie por el país. Lo que no entiendo aún es por qué los socialistas, en lugar de colgarse la medalla, lo evocan haciendo pucheros.
III. La regularización masiva de inmigrantes, un éxito comparado con lo que se ve por Europa.
IV. El apoyo a la intervención en Libia y el mantenimiento de la misión en Afganistán (entre otras).
V. Haberse manejado con maneras suaves en unos tiempos y en un país en los que manejarse a grito pelado es un hábito. El talante, vamos. A mí me caía bien.
EN CONTRA:
VI. Haber puesto la música al baile estatutario, que al final es la más antisocialdemócrata de sus medidas, la que más ha minado el poder del Gobierno (de este Gobierno y de los que vendrán).
VII. No haber logrado aflojar ni un ápice la presión de la burbuja inmobiliaria. La hostia nos la íbamos a dar igual, junto con la global. Pero es mejor recibirlas de una en una.
VIII. La negociación con ETA y sus chanchullos. Los éxitos han llegado cuando se ha apostado (al menos formalmente) por la vía policial. Esperemos que el próximo presidente no cometa error de primerizo de tropezar en la misma piedra.
IX. La retirada de las tropas de Irak. No deberíamos haber ido, pero peor fue retirarse así. Por lo que dejábamos atrás y por el mensaje que mandábamos al mundo.
X. En general, haber contribuido a alentar ese pensamiento fofo (copyright Vinicio) izquierdista que no ve que su continuo recurso a su (más que discutible) superioridad moral es devastador para sus propios argumentos.