jueves, 29 de noviembre de 2012

Bersani - Renzi a vuelapluma

Ayer vi el Bersani-Renzi. Difícil decidirse aunque para qué, si yo no voto (de momento). Ganará Bersani porque es el hombre del partido y tiene virtudes importantes, como su amplia gestión, su indudable temple y su sentido de la responsabilidad, del que ha dado prueba apoyando a Napolitano y a Monti. Lo que menos me gustó fue su insistencia en la necesidad de abrirse a la izquierda (Vendola) y al centro católico (con el veleta Cassini), los dos flancos por los que fueron derribados los dos últimos gobiernos de Prodi.

De Renzi me gusta su rotundidad y su claridad, cualidad que suele ir de la mano (ay) con que las almas blancas te consideren de derechas. Pero detecto en él una tendencia al eslogan que me rechina. De nuevo usó la palabra startup y hubo un momento impagable en que sacó una portada del Economist de 2005 en la que se decía que Italia ya era entonces un problema (para argumentar, como él suele hacer, que en Italia las cosas se han hecho mal los últimos años y el centro-izquierda tiene algo que ver). Pero vamos, será primer ministro de Italia en el futuro, una vez que pase la década de líderes de perfil bajo que necesita este país para curarse del berlusconismo (como poco). 

Los dos hablaron de unos futuros "Estados Unidos de Europa". Ninguno habló de los derechos de las parejas homosexuales.

Actualización: Argh, esto me pasa por escribir a vuelapluma: Me comenta un colega (al que el tema le afecta directamente) que los candidatos dedicaron al tema gay los últimos instantes: Bersani, a favor de una ley a la alemana; Renzi, más derechos sí, pero de la palabra matrimonio o de adopción ni hablamos. El joven renovador en el fondo todavía es un scout: la maldición de Italia.

martes, 27 de noviembre de 2012

Un domingo, dos elecciones.

Este blog va al ritmo que va por varios motivos, pero por uno principal: para escribir una entrada generalmente no necesito un tema, sino dos (por lo menos), y lo que escribo básicamente plasma mi "proceso-de-dejarme-los-cuernos" para intentar hilvanar una conexión decente. Últimamente me han pasado por delante de las narices temas razonablemente hilvanables, pero lo que me ha faltado es tiempo para ponerme con ello. Sin embargo,  anteayer leí a Juan Goytisolo en El País y me dije: ¿por qué no emularle y escribir una entrada picoteando varios temas? Las ventajas son múltiples: puedes dar rienda suelta a la ironía e incluso ponerte metafórico, el género te evita tener que entrar en engorrosas profundidades  y, aprovechando la confusión, puedes dejar caer de rondón alguna pequeña miseria como que no te cae del todo mal el tirano El Asad, ese dique antioccidental, y seguramente nadie te lo reprochará.  Todo son ventajas. Pero quizás sea mejor dejar estos batiburrillos a especialistas como el propio Goytisolo o Manuel Rivas y hacer lo de siempre. Hablemos, pues, de las dos elecciones de ayer, intentando hilvanar el asunto un poco.

De las elecciones catalanas extraemos una conclusión principal: que el Padre Fundador Mas no tiene toda la fuerza que se requieren para abrazarse con su pueblo, con lo que tiene que cansar eso (ya cuenta el Rey que pasarse la tarde apretando manos es extenuante, así que imagínense). El tema resulta tan coñazo que yo ya he optado por dar rienda suelta a mi verborrea en los foros de la prensa internacional y así, por lo menos, pulo mi inglés. Y haciéndolo creo que he descubierto por qué tantos catalanes quieren separarse de España, porque pocas cosas me han convencido más de que  Catalonia is different que la proporción tan alta de partidarios de la secesión que encontré en los comentarios del Economist. Pero no nos engañemos: aunque uno se vaya por ahí, al final se repiten los patrones de siempre: por un lado están los convencidos de ser un pueblo oprimido, con los que sólo puede uno intentar razonar si tiene mucho tiempo libre, y luego están los que critican la "contraproducente" cerrazón mental de los que no se pliegan a las exigencias nacionalistas, sin ver que tan contraproducente es no dedicar ni un segundo a criticar la cerrazón de los que plantean exigencias a las que otros hemos de plegarnos. Pasado el 25N, en fin, queda claro que frente al coñazo nacionalista no hay milagros y no queda más remedio que aplicarse a un tarea igual de coñazo: la de desmontar la provinciana, egoísta y reaccionaria fábula nacionalista.

También fue ayer día de elecciones en Italia, donde se elegía al candidato del Partito Democratico a las elecciones, que por extensión será un candidato claro a liderar la Italia post-Monti. Eso será si en el post-montismo no está el propio Monti, porque cuando se le pregunta últimamente por el tema al primer ministro se le pone tono de oráculo que, naturalmente, hace que cualquier predicción sobre este asunto resulte poco fiable. Ganó el Secretario General (con mayúsculas de excomunista) Bersani, que es tan chispeante como Monti si al excomisario europeo le quitamos la ironía British, y quedó segundo el alcalde de Florencia Renzi, que si no fuera porque es un boy scout resultaría casi creíble con su discurso startup. Se medirán en la segunda vuelta el próximo domingo, y he leído por ahí que al primero lo votarán los que prestan atención a las instrucciones de seguridad en los vuelos, y al segundo lo votarán los que aplauden cuando el avión ha tocado tierra.  Lo que necesita Italia, vamos: veremos qué pasa. Lo que está claro es que aunque en ocasiones, como este domingo, los líderes quizás no estén a la altura de lo que les exige la Historia, no hemos de perder la esperanza en la capacidad de los pueblos - del catalán, del italiano, del padano o de cualquier otro de los pueblos de Europa- para superar las mediocres circunstancias políticas y las rigideces  normativas del sistema, encontrando resquicios a través de los que poder dar salida a su creatividad.


sábado, 10 de noviembre de 2012

Obama y las zonas de sombra


Al final ganó Obama, seguramente gracias a tanto ilustre endorsement, aunque hay quien sostiene que el que inclinó la balanza fue el mío (lanzado al Universo poco antes de entrar en mi apacible invierno tuitero). Podría decir que mi endorsement está basado en los logros del presidente demócrata en distintos campos, pero en realidad se debe fundamentalmente a uno: que Obama no sólo ha escrito varios libros, sino que ha conseguido que me lea uno de ellos, The Audacity of Hope. Recuerdo que lo compré en un aeropuerto de EEUU en 2009, cuando la obamamanía empezaba a declinar (yo, como siempre en la cresta de la ola). Lo leí en un santiamén, y esto es lo que dejé en mi diario de lecturas al respecto (ojo a lo campanudo que me pongo cuando me dirijo a mí mismo):

"...de esta obra autobiográfica emerge la figura de un hombre dispuesto a afrontar los problemas con honestidad, capaz de ver las debilidades de sus propios argumentos y la fortaleza de los que usan aquellos con los que  habitualmente discrepa, que tiene un inequívoco afán por basar sus decisiones en el sentido común (y en argumentos cuantitativos si es posible) porque entiende que éste es el único modo de afrontar los problemas de un mundo tan complejo como el nuestro. Un racionalista, vaya..."

¡Un racionalista en la Casa Blanca! No se trata sólo de que sea un hombre cultivado, como señala Arcadi (a quien le asoma por las costuras el socialdemócrata que lleva dentro cada vez que habla del amigo Barack Hussein): creo que uno puede saberse los clásicos grecolatinos al dedillo y sin embargo ser totalmente incapaz de mantener un debate medianamente racional sobre cualquier argumento. Del mismo modo (poniendo un ejemplo provinciano) uno puede saber un porrón de la Guerra Civil española, de la preguerra y de la posguerra  y al mismo tiempo ser incapaz de entender que se le pregunte a un aseado parlamentario izquierdista de una de las regiones más ricas de España por su apoyo a un posible proceso de secesión y no tanto por los recortes, cuando esa secesión necesariamente provocaría más recortes o cosas peores. Basta seguir de cerca a estos opinadores profesionales para convencerse de que la capacidad de argumentar siguiendo los principios de la Lógica, siendo coherente con las propias premisas y reconociendo que los propios razonamientos tienen zonas de sombra que nos obligan a considerar otros puntos de vista, no está tan extendida.  

Cómo se entrena esa capacidad, si es que puede entrenarse, no lo sé. Quizás el mejor entrenamiento es enfrentarse a opiniones inteligentes distintas a las nuestras, como sostiene el amigo Tsevanrabtan. En cualquier caso es una cualidad deseable, especialmente para alguien que debe tomar decisiones de las que dependen las vidas de millones de personas. Y yo, desde que leí The Audacity of Hope, creo que Obama sí la posee. Y creo que para convencerse de ello no hace falta leer su libro: basta escuchar alguno de sus discursos y notar que  siempre suelta algún mensaje que parece pillar con el paso cambiado a su audiencia. Ahí está implícito el valioso reconocimiento de que sus propias ideas son mejorables, de que en ellas existen zonas de sombra.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Derby d'Italia

De entre los innumerables derbys que hay en Italia, que acaso son reflejo de aquella Italia de pequeñas guerra intestinas de la que habló Maquiavelo, sólo uno es el derby de Italia y es el Juve- Inter. O dicho de otro modo, i gobbi contra i bauscia. Merece la pena detenerse en estos motes. Al parecer los de la Juve son gobbi por unas camisetas que lucieron  hace décadas y que al correr se abombaban por la espalda, dando a los jugadores apariencia de jorobados. La historia no me convence. Mi teoría es que el mote ha calado porque la chepa, como sabemos desde Andreotti (o sea, desde hace siglos), es rasgo de conspiradores,  y si de algo tienen fama la Juve (desde mucho antes de Moggi) es de ser tratada sospechosamente bien por los árbitros. Los del Inter, por contra, son bauscia por ser milaneses: el bauscia es ese hombre hecho a sí mismo típicamente milanés, que inevitablemente es un tanto bocas. Bauscia es el tiffoso, no así el principesco Moratti, con sus melenita (¡ligera pero estática!) de aristócrata y su piñata robusta y blanca como el mármol de Carrara, un hombre que hacía equipos de playstation cuando la playstaton aún no existía y que tuvo la idea genial de fichar a Mourinho para que cumpliera su destino manifiesto y nos evitara la afrenta de ver al Barça levantar una Champions en el Bernabeu.


Por Moratti, pues,  somos del Inter. Y por eso me alegré de la victoria de ayer, la primera importante tras una larga depresión postmourinho. La Juve llegaba con cuatro puntos de ventaja tras 49 partidos imbatida: una temporada y pico avasallando con su juego, que consiste en que Pirlo mande pases milimétricos hacia los que siempre corre alguien. El Inter es un equipo a medio hacer, con algunos jugadores jóvenes y con un Cassano cada día más currorromero pero, amigos, se plantó ayer en Turín con su columna vertebral argentina intacta: mi tocayo el rocoso Samuel, el mítico Zanetti con sus pantalones cortos de jugador de otra época (que es exactamente lo que es), el pícaro Cambiasso y "el príncipe" Milito, junto a la nueva adquisición, Palacio, un argentino con trencita. Así que, tras el primer gol de la Juve, que partía de un clarísimo fuera de juego que a alguien le habrá costado una chepa, y superada la zozobra inicial, empezaron a tomar el control del partido de un modo admirable, dando una lección de fútbol canchero, con ese punto competitivo de los argentinos que uno siente cuando ve a Milito celebrar los goles cerrando los puños. Un doblete del incombustible goleador y la puntilla de Palacio sirvieron para abrir un scudetto que muchos consideraban visto para sentencia. Garantizando, de paso, que esta temporada todavía nos queda por ver otro buen derby d'Italia.