sábado, 31 de diciembre de 2011

Un balance con Bertrand Russell.


Pasamos ya por 2011, o mejor, 2011 pasó por nosotros, y el torrente, claro está, ha hecho su trabajo: ya no soy el mismo que era hace un año y los estragos de este año particularmente caudaloso en eventos (¿cuál no lo es?) se pueden ver en este blog. Y me gustaría decir que después de tanto post, tanto tweet y tanto intercambio de correos hablando de todo, he encontrado finalmente un modo de poner orden a los hechos que me rodean; con una receta que me permita, de un modo sistemático, afrontar el oleaje y llegar a confortables certidumbres. Lamentablemente no puedo decirlo. A lo sumo, puedo decir que este año ha logrado que me reafirme en el único modo que considero aceptable para afrontar lo que se nos viene encima si los mayas se equivocaron (el Mundo de 2012 en adelante, casi nada).

En definitiva, creo que básicamente no tenemos más remedio que comportarnos como si existiera la verdad y creer que, esforzándonos, podemos encontrarla. Animados, eso sí, por la intuición de que es posible saber cuando hemos avanzado algunos pasos hacia la verdad. Descartes quizás tenía una intuición similar cuando decía que las ideas verdaderas eran aquellas con un brillo particular, como su “pienso luego existo”: eran “claras y distintas”- una caracterización elocuente, pero insuficiente. Sin embargo creo que la intuición de que una idea que nos acerca a la verdad causa un efecto particular cuando logra, de un plumazo, desenredar las más endiabladas madejas, podemos sentirla leyendo estas líneas con las que Bertrand Russell (en The Problems of Philosophy) fulmina la refinada metafísica de Kant (y de otros que le siguieron).

“El espacio y el tiempo parecen ser infinitamente extensos (…). El espacio y el tiempo parecen ser infinitamente divisibles (…). Contra estos hechos aparentes (extensión infinita e infinita divisibilidad) los filósofos habían dado argumentos mostrando que no podía haber colecciones infinitas de cosas (…) Así, emergía una contradicción entre la aparente naturaleza del tiempo y el espacio y la supuesta imposibilidad de colecciones infinitas. Kant, que fue el primero en señalar esta contradicción, dedujo la imposibilidad del espacio y el tiempo, y desde entonces muchos filósofos han creído que el espacio y el tiempo son mera apariencia (…). Ahora, sin embargo, debido al trabajo de los matemáticos, especialmente de Georg Cantor, sabemos que la imposibilidad de colecciones infinitas era un error. No son de hecho auto-contradictorias, sino que contradicen ciertos prejuicios mentales bastante obstinados. Así pues las razones para considerar irreales tiempo y espacio se han vuelto inoperativas, y una de las grandes fuentes de las construcciones metafísicas se ha secado”.

Ya lo ven: leído esto uno sabe que en lo fundamental Kant se equivocaba: tal es el poder de un puñado de ideas correctas, bien hilvanadas. Pues bien, yo tengo claro que no me conformo con menos: quiero tener una enorme colección de ideas como éstas, en todos los ámbitos. Obviamente es una tarea casi imposible y donde no lo logre tendré que conceder que aún tengo mucho que aprender, y que sólo me queda escuchar y pensar y contribuir con la mayor honestidad posible al debate. Las alternativas ya las conocemos: podemos abandonarnos a los brazos de algún dogmatismo, o podemos instalarnos en una mullida corriente de opinión y guiarnos por lo que dicen los que nos rodean, o podernos comportarnos como sofistas y divertirnos metiendo en el ojo o dando la razón a los que defienden tal o cual opinión, según se nos antoje o nos convenga. Son estrategias que pueden servirnos puntualmente para salir del paso, pero para poco más. Ahora sólo me queda esperar que 2012 (y aquí va un deseo para el año nuevo) no me haga cambiar de opinión.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Aviermen nos habla de las desigualdades.

Por su indudable interés público (y con el objetivo de intentar atraer al autor al mundo blogueril y tuiteril), copio aquí este interesantísimo correo que he recibido de Aviermen:

Al hilo de la entrada de tu blog 'Los ricos, cada vez más ricos...', y para tratar de hablar con un poco más de propiedad, he preparado estas dos figuras:



* La primera muestra la evolución de los ingresos de los hogares de EEUU desde 1967, normalizados a los de ese año 1967 (los datos son los del US Census Bureau que dejaste en el blog). En concreto, en la figura se muestran los ingresos de los percentiles 20, 40, 60, 80 y 95. En la parte de arriba están, además, los cocientes entre los percentiles 80/20 y 95/45. En lugar de unir los datos de cada año, para hacer la gráfica más suave he tomado la media entre el año en sí, los dos años anteriores y los dos años siguientes, y con eso he trazado una línea continua.


Mis conclusiones: la diferencia entre los más ricos y menos ricos en EEUU ha crecido de manera más o menos constante en los últimos 40 años, da igual que se creciera mucho, poco o regular. Mientras se crea riqueza, esto puede ser sostenible, porque basta con repartir no-equitativamente lo que tenemos de más: pero en un período en el que no se cree riqueza, o la tendencia cambia o las consecuencias para los que menos ganan van a ser grandes.


* La segunda figura también muestra ingresos de familias pero en este caso para los países de la OCDE. De hecho, representa el cociente entre lo que ganan los percentiles 90 y 10, en concreto ese cociente en 2008, normalizado a 1985. Los datos son de la OCDE, de un informe que salió comentado en la prensa española la semana pasada.


Mis conclusiones: no se ve ninguna correlación entre crecimiento y aumento/disminución de la desigualdad de ingresos: en particular, hay países que han reducido la desigualdad y han crecido más que otros que la han aumentado. Por supuesto la situación concreta de cada país es un mundo, pero creo que es importante destacar esta ausencia de correlación. Por cierto, el país en que el ratio entre lo que gana el percentil 90 y el 10 casi se ha doblado en este período es Israel (es el único país en que el percentil 90 es ahora significativamente más rico y el 10, significativamente más pobre).


Esto es todo por hoy.

Solo me queda desear que, con un poco de suerte, Enric responda a ese tal Sámuel:

domingo, 11 de diciembre de 2011

Tres Balances

Balance europeo. Se cerró la cumbre europea con un acuerdo y, como ocurre con prácticamente casi cualquier evento, es posible encontrar opiniones perfectamente contrapuestas sobre sus implicaciones. Tenemos por un lado a los que opinan que esto es una nueva victoria de los desregulados y desregulantes mercados frente a las democracias. Y por otro lado tenemos (al cante-para disgusto de Nick Clegg) a Cameron (of The Island), para quien el acuerdo venía cargado de inaceptables regulaciones para la City. En fin, que lo debatan entre ellos. Yo, como ex-erasmus (que somos como una difusa quinta columna eurofederalista) estoy bastante contento. Y puedo apuntar dos cosas, que unos y otros insisten en obviar: que limitar el déficit no implica limitar el gasto público. Y que este acuerdo no supone una renuncia a la solidaridad entre los países del euro, puede ser el primer paso en una secuencia que la haga efectiva.

Balance italiano. Mientras en Italia el profesor Monti, un hombre de maneras suaves como su pelo, reveló su plan de austeridad. El panorama político en Italia es particularmente interesante: los partidos que apoyan a Monti son el Partido della Libertà, que como partido berlusconiano difícilmente se entiende sin Berlusconi en el poder, y el Partido Democrático, que por su orientación de centro-izquierda puede pagar un precio electoral alto por sumarse a los recortes. De hecho, el plan debe recibir aún la aprobación del parlamento, si bien todos la dan por hecha. Los únicos que ya han anunciado su oposición son los de la Liga del Norte: tendrían que haber visto al "leghista" Calderoli (ministro de Interior con Berlusconi, nada menos) en la televisión: parecía un sindicalista. Pero es una jugada políticamente inteligente: si fracasa Monti, serán ellos los que salgan beneficiados. Y si no, saben que es difícil que pierdan votos. Porque la pulsión que les ha llevado al éxito político -la desconfianza hacia los extracomunitarios- sigue ahí.


Balance futbolístico.
El Barça volvió a tomar el Bernabéu en un partido realmente extraño, pero que los pequeñitos (de Busquets para arriba no superaban el metro setenta) manejaron a su antojo. Si la distancia futbolística entre ambos equipos no fuera suficiente, el Madrid comienza a tener problemas psicológicos con el Barça, equipo al que bien podría ganar de vez en cuando si no jugara con ese bloqueo en las piernas (bloqueo que al pobre Cristiano Ronaldo atenaza como a nadie). Y lo peor es que el hombre con contactos con el gremio del diván, Valdano, se fue. Por si esto fuera poco el Barça tiene a Messi, que es a Maradona lo que Raúl a Zidane: un jugador irritantemente efectivo, si bien menos estético. Pero si el Madrid se distingue por algo no es por ser siempre el mejor, sino por no conformarse nunca con ser el segundo. Estoy convencido que de aquí al próximo derby seguirá dando la batalla. Y volverá (volveremos) a creer que la victoria es posible. No queda otra.